Guatemala atraviesa actualmente por uno de los períodos más difíciles de su historia en lo atinente a la evidente incapacidad del gobierno para proveer a los habitantes un mínimo de seguridad frente al desbordado Vandalismo que impera en todo el país especialmente y en una dimensión que raya en la barbarie a nivel de la ciudad capital y municipios aledaños, es tal el poder que han logrado alcanzar la delincuencia y las maras, que la autoridad titular encargada (PNC) de atender tal situación confiesa (y aun no lo hiciera) no disponer de la capacidad necesaria para ejercer algún control sobre tales grupos de maleantes mucho menos para reducirlos.

Los guatemaltecos presenciamos con horror como cada día crece, se amplía y se afianza el poder de la delincuencia común y las maras, los pandilleros se están haciendo poderosos a costillas del ciudadano honrado e indefenso, cobran arbitrios para no matar, amedrentan a los vecinos que en resguardo de su vida abandonan sus viviendas cediéndoles mas territorio, las maras intimidan, extorsionan, secuestran, roban, violan, asesinan y frente a esta desolación, el ciudadano descubre que esta totalmente desprotegido, no solo se siente impotente realmente lo esta, porque no tiene la posibilidad de defenderse o de enfrentar a estos grupos criminales.

El clima de zozobra generado por la empeñosa actividad de las maras y la incomprensible pasividad de los entes gubernamentales encargados unos de ejercer su autoridad para proteger a los guatemaltecos y otros de impartir pronta justicia nos está llevando al caos total. Ante el panorama incierto que plantea la manifiesta ingobernabilidad que alienta la flojera del Gobierno y como consecuencia de su situación desesperada el ciudadano común, cae en la tentación de organizarse (y talvez armarse) por su cuenta para hacer justicia por propia mano, cegado por la desprotección que afronta no logra visualizar los riesgos inherentes a esta nueva amenaza, la organización que inicialmente se inspira en los nobles postulados de proteger y resguardar la vida y los bienes de quienes la integran pudiera en algún momento llegar a ser poderosa, ese mismo poder a su vez será capaz de corromperla y Dios no lo quiera, un día no muy lejano convertirla en un nuevo enemigo de la comunidad que la creo y alimento esperanzadamente.